Roger Sincero y Javier Torres nuevo disco

on miércoles, 30 de octubre de 2013

ROGER SINCERO Y JAVIER DE TORRES presentan un disco grabado a dúo,  A TICKET TO CORFU,producido con la ayuda casi omnipresente de JUAN DE DIOS MARTÍN (guitarras, bajo, teclados). Nos entregan doce canciones muy breves en inglés –sólo una de ellas alcanza los tres minutos- que se mueven entre el pop luminoso de inspiración beatle  (SOMEBODY´S GIRL, I SAW HER DANCING, A TICKET TO CORFU), cierta melancolía bajo control (SONG FOR NOEL, BEWITCHED) y algunos detalles costumbristas (MY GIRLFRIEND WORKS FOR A BRITISH BANK).
El ocasional dúo forjado en las gradas del Vicente Calderón se reparte la composición de las canciones y alterna o distribuye por sistema el protagonismo de la voz solista, cuando no da entrada también a otros cantantes (DAVID GWYNN –más conocido por su trabajo como guitarrista-, ISABEL URZAIZ) para ejecutar algunas de sus piezas (RECONSIDERING, UNUSUAL SKILLS).
Nos entregan un disco mimado por igual en todos sus cortes. Inspirado, melódicamente potente y que reclama ser escuchado sin tregua.

Doce momentos pequeños, un disco grande
Es difícil saber desde hace cuánto intentan los artistas explicar el mundo a través de sus obras. Uno cree que lo han conseguido cuando se fija en aquel cuadro o termina este libro, y a la semana la canción de amor desconocida que escucha en un taxi desvencija la teoría de que lo trascendente exige grandilocuencia para perdurar.
A ticket to Corfu confirma que hablar de cosas pequeñas asoma a enormes dilemas, y que la poesía arranca de lo minúsculo, nunca de lo pomposo. Por eso y porque la aflicción y el júbilo son dos extremos de la misma cuerda, Javier de Torres y Roger Sincero han escogido algunos de los instantes más comunes, los cuales, sin embargo, crecen como únicos, y los han hecho canción. Doce temas, doce escenarios aptos para gente corriente, que solo las miradas más talentosas perciben como inspiradores.
La sociedad De Torres & Sincero
Javier de Torres gasta maneras de tipo honesto. Canta como piensa, escribe las letras de lo que ve. Su música vive de la inmediatez: canciones breves que secuestran episodios y componen un vodevil, o esa tragicomedia que arrastra a la carcajada. Del mismo modo que no le cuesta reírse de sí mismo, le resulta insultantemente sencillo trazar melodías, ya sea a ritmo cubano o abrigado por un cuarteto de cuerda. Si se hubiera dedicado al fútbol, el entrenador estaría tentado de sacarlo incluso de portero.
Roger Sincero rehuía la soledad hasta que, en 2011, sorteó su lealtad a Happy Losers para editar Nada pasará. Quizá porque le pesaba no contar con su equipo de siempre, prefirió Sergio Cerro debutar escondido en un anagrama, con el rompeolas protegiendo el hueco entre su guitarra y la realidad, entre el escrutinio donde habita el artista y su empeño por parecer un hombre común coloreado en la multitud.
La sociedad De Torres & Cerro ha culminado el proceso natural por el que dos músicos se hacen amigos y comparten su afición por la escuadra underdog. En el tumulto de un Vicente Calderón lleno, se pusieron de acuerdo sobre grabar un disco basado en lo inminente. Dos semanas para inventar, componer y presentar al otro su canción; quince días para intercalar ese reto con sus trabajos absorbentes, sus familias y su compartido perfil de antihéroes, renegando de parecer especiales, inconscientes de cuánta lírica despierta ese hecho en sí. El reto tenía algo de temerario, y en el terreno del impromptu, De Torres es habitual.
El álbum A ticket to Corfu pone de manifiesto las ventajas de trabajar con el antagonista: si a Cerro le cuesta hallar el hueco sobre el que componer, De Torres le regala un suceso al que agarrarse. Si la rutina se apodera de una letra de Javier, Sergio multiplica el encanto a base de reivindicar su necesaria melancolía. La generosidad de ambos enlaza cada corte, experiencias de dos minutos –solo un tema alcanza los tres– que exigen poner los cincos sentidos para no perderse el gol. En este disco no se puede uno ir a la cocina a por el bocadillo porque carece de minutos basura.
En compañía y acompañados
A la sombra de gigante que proyectan uno y otro, se acoplan más desde el banquillo. Juan de Dios Martín coproduce y suma como el Hombre Invisible, igual que hizo con Amaral, Leiva o Xoel López. Sus aportaciones instrumentales redondean las canciones y las convierten en ejemplos de su destreza con los intangibles. «Reconsidering», en la voz de David Gwynn, da el toque justo de penumbra para un trabajo que se ilumina a ratos, y a cada tanto recuerda que es imposible salvarse de la tristeza sin protegerse, al mismo tiempo, de la felicidad. Los tres Happy Losers restantes empoderan la zaga. Sobre el centro del campo, sus coros evitan la retaguardia desnuda, como Isabel Urzaiz, cuya voz conduce «Unusual skills» hacia el folk de periferia que Javier de Torres ha dignificado con sus letras. Las baterías de Gabriel Marijuán –acompañante, entre otros, de Christina Rosenvinge y Tulsa– se dejan ver cuando el ritmo apunta percusión, y hasta el Trío Sentimiento –habitual escolta de la que Javier de Torres ha echado mano para sus discos en solitario– tiene sitio en A ticket to Corfu, lustrando en los coros la canción que da título al álbum.
Sin dejar un cabo suelto, el diseño gráfico lo firma Ricardo Cavolo, de cuyas manos ha salido el envoltorio, un mapa sin piratas y con el horizonte como destino final.
A ticket to Corfu, doce canciones que, sin descanso, caminan hacia la inmensidad de escribir, cantar, tocar y rodearse de amigos cuya sola presencia estimula el ingenio. Del pop desnudo («I saw her dancing», «Song for Noel» o «That was in Chelsea»), a la tentación contenida de ponerse roqueros («Colette»). En las esquinas de este disco se apoyan a esperar Elvis Costello, Roy Orbison, Ed Harcourt y hasta Rufus Wainwright. También se adivinan ecos de grupos expertos en pop desaliñado, encantador por su falta de intención, y los mismos Beatles.
Disco o poemario de las cosas que pasan, desde lo más simple, entrañable y dichoso, a lo complicadamente aterrador. Al fin y al cabo, como dijo Nick Hornby, la vida no es, nunca lo ha sido, tan sencilla y gratificante como ganar 2-0 en casa y cenar fish and chips.

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